viernes, septiembre 28, 2007

Dice Silvia que no quiere ser ella misma. Dice que un día le gustaría abrir el armario y encontrar en él otros vestidos, otros zapatos, otras camisas. Le gustaría mirarse en el espejo y ver otros labios, otro cuerpo.
Le gustaría escucharse hablar en otra voz, con otras palabras, le gustaría ser dueña de otras manos, otras piernas, otra espalda.
Le gustaría no tener pensamientos desordenados, ni opiniones, ni quejas.
Pero sobre todo lo que más le gustaría es no tener estos ojos que lloran, que vigilan.
Sin ellos, dice, su vida sería más tranquila.
Acaso los sueños
puedan teñir de azul
los días.

miércoles, septiembre 26, 2007

Dice Silvia que ella comprende muy pocas cosas, que sus pensamientos son lentos, fatigosos.
Dice que siempre fue así, que sus preguntas se arrastran en el tiempo y no encuentra las respuestas o no las entiende o pasan de largo.
Dice que trata de interpretar los signos, los gestos, las voces pero nunca consigue descifrar nada.
No entiende por qué hay seres humanos que encuentran placer en el dolor ajeno.
Dice que piensa una y otra vez en estas cosas, hasta el agotamiento y se acuesta extenuada y sin respuestas.
Dice que ella no es una santa, que su corazón está también lleno de agujeros y de larvas y se asusta imaginando que un día puede que alguien sienta que ella hizo el mayor de los daños posibles.
Hay monstruos
que andan en nosotros
como si fuera su casa.

lunes, septiembre 24, 2007

Dice Silvia que ella admira a las personas valientes. A los valientes de andar por casa. A esos seres anónimos mordidos por la tragedia.
Dice que admira su manera humilde de torcer el cuello al destino, su sonrisa disponible, su despertar amable, tranquilo.
Dice que no comprende sus lucha ausentes de ira, sus harapos dignamente exhibidos.
Dice Silvia que cuando conoce a alguien así, sin pellizcos en el corazón, sin tinieblas, sin dudas, dice que se siente intensamente sucia y le parece entonces que ella no se merece esta vida de poeta, esta torre de marfil, esta dicha.
No se lo merece.
Dime cómo haces para reir
mientras tus hijos tienen hambre.
Dímelo, maldita sea.

viernes, septiembre 21, 2007

Dice Silvia que a veces se siente perdida, como si la vida estuviera oxidada.
Dice que se mira y piensa que sus huesos son latón o hierro.
Dice que no le suena el corazón y se le atraganta el aliento.
Dice que entonces, cuando se siente así, le gustaría correr, esconderse bajo las balas, bajo las bombas, le gustaría marcharse de sí misma, huir hacia cualquier parte, refugiarse de su propia indiferencia. Le gustaría en momentos así de inciertos recuperar el asombro, estremecerse ante los crímenes, ante las injusticias, ante todo este cortejo siniestro de sucios y malolientes puños levantados.
Dice Silvia que a veces se siente así, y no sabe cómo hacer para dejar de mirarse ombligo.
Qué importan
las poetas
si no están en la tierra.

domingo, septiembre 16, 2007

Dice Silvia que el mundo podría ser mejor de lo que es. Bastaría quizá, con asumir de una vez por todas que los crímenes también están en el interior de nuestros cuerpos.
Dice que si pudiéramos mirarnos veríamos realmente que tenemos cadáveres en bolsas de hielo, que matamos a los niños que cantaban, a los niños que reían, a los niños que jugaban en nosotros.
Dice que si pudiéramos deshacer el hielo que los amortaja, si pudiéramos observarnos dentro, si fuésemos capaces de señalar uno a uno los lugares donde yacen pálidos, ojerosos, bien amortajados, si fuésemos capaces de nombrar sus epitafios, renaceríamos al fin más humanos.
Están ahí,
no temas
abrazarlos.

jueves, septiembre 13, 2007

Dice Silvia que está preparándose para escribir un nuevo poemario.
Dice que es un ritual amargo.
Sabe que se acercará al abismo.
Sabe que tendrá que adentrarse en cada uno de los laberintos.
Dice Silvia que ella sabe que los poemas que nacen ahora mismo la conducirán lejos, y cada vez le cuesta más encontrar el camino de regreso. Cada vez le cuesta más recuperar el aliento.
Sabe que volverá a morirse entre sus versos pero es demasiado tarde para guardar silencio.
Poesía:
¿por qué a mi me abres las venas
y a otros acicalas y peinas?

sábado, septiembre 08, 2007


Dice Silvia que ella, con frecuencia, ve ángeles.
Dice que no tienen alas, ni van vestidos de blanco, ni entornan la cara como si fueran de plástico. Son normales y corrientes, usan zapatos gastados, se afeitan el bigote y lloran cuando se les hace daño.
Dice que antes, cuando veía uno, cuando uno cualquiera pasaba a su lado con el periódico o con el pan bajo el brazo, entonces, dice que lo perseguía para saber cómo sobreviven en este mundo acorralado.
Dice Silvia que de un tiempo a esta parte ya no le hace falta correr tras ellos por las ciudades.
Tiene uno cerca.
Él ni siquiera imagina que una vez, mientras dormía, tocó su espalda y dos plumas pequeñas cayeron sobre las sábanas.
No te hagas el distraído,
sé quien eres,
sé de donde vienes.

martes, septiembre 04, 2007

Dice Silvia que su corazón está lleno de puertas.
Puertas que se apuntalaron definitivamente, puertas entreabiertas, puertas por las que entra la luz, puertas con aldabas, con cerraduras, con carcoma.
Dice que algunas tienen llave, otras no, algunas crujen, otras no.
Algunas de sus puertas esperan que un puño las golpee o las empuje.
Y esta, dice Silvia es una espera demasiado inútil por incierta.
¿No hay cerrajero
que sepa hacer
una llave maestra?.


domingo, septiembre 02, 2007

Dice Silvia que hoy lo único que le queda son palabras, que lleva los bolsillos vacíos y las manos frías.
Dice que su piel está acuchillada, su mirada manchada y el dorso de su corazón en carne viva.
Dice Silvia qué solo tiene eso, un puñado de palabras crucificadas.
Y dice que morirá oreando sus heridas.
Sólo tengo versos,
que caminan de costado
mientras gritan.