Dice Silvia que de noche no pueden verse los ojos rojos de la ira. No se puede identificar su color grana, ni sus belfos humeantes, ni sus zarpas afiladas. Dice que de noche, la violencia hace uso de todas las máscaras y se arroja por la ventana y va demasiado rápido por las aceras, y golpea hasta el silencio los muros y las palabras.
Dice Silvia, que de noche, cuando creemos que todo está en calma, se abren las entrañas de la furia y hay más alaridos que sueños, hay más terror que abrazos, más venas abiertas, más náuseas, que deseos agitándose bajo las sábanas.
Dice Silvia que es así, pero que ella no se resigna a dejar la noche quieta y sola en manos de quienes husmean convertidos en bestias.
Dice que no, que no se resignará mientras le queden voz y poemas.
Contra tu puño
contra tu voz alzada,
mi voz preñada de esperanzas
Dice Silvia, que de noche, cuando creemos que todo está en calma, se abren las entrañas de la furia y hay más alaridos que sueños, hay más terror que abrazos, más venas abiertas, más náuseas, que deseos agitándose bajo las sábanas.
Dice Silvia que es así, pero que ella no se resigna a dejar la noche quieta y sola en manos de quienes husmean convertidos en bestias.
Dice que no, que no se resignará mientras le queden voz y poemas.
Contra tu puño
contra tu voz alzada,
mi voz preñada de esperanzas