Dice que dejar al corazón sin nada que lo proteja, con sólo su piel fina, con sólo su latido es ponerlo a merced del llanto. Y es mejor conservarlo en ayunas, cerrarle los ojos, darle la vuelta, hacer de él un músculo atrofiado, alejado del dolor, del amor y del aplauso.
Dice Silvia, que extramuros la vida sigue con sus náuseas y sus carcajadas y su corazón añora ver más allá de las sombras.
Aún hay niños
jugando en las aceras,
riendo en los parques.
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