domingo, diciembre 31, 2006

Dentro de unas horas alzaremos la copa, por ti, por él, por nosotros.
Dentro de unas horas preguntaré si te conocen, si saben tu nombre, si alguna vez te han visto.
Dentro de unas horas te buscaré como si te conociera desde hace tiempo.
En todas las miradas creeré que me estás mirando.
En todas las palabras pensaré que me estás hablando...
Dentro de unas horas, Amor, imaginaré que vives en todos los hombres....

Juan Sencillo y Silvia Delgado o Silvia Delgado y Juan Sencillo o Silvia o Juan que es todos lo mismo desea a quien lea estas letras, un feliz año 2007. (cruzo los dedos y pido un nuevo año menos apocalíptico, más humano, menos bestia, más solidario.). Urte berri on.

sábado, diciembre 30, 2006

Dice Silvia que si mira hacia atrás, si escarba en la memoria, encuentra que en su
familia el silencio se pasaba de mano en mano.
Dice que nadie se acostumbra a llegar a casa y no escuchar el calor de una palabra.
Dice que sus hermanos encontraron pronto cómo convertirse en fugitivos de aquella prisión callada, encontraron su particular manera de romper el cerco a la mudez impuesta.
Dice Silvia, que ella permaneció siglos amordazada hasta que un día no pudo más y escribió su primer poema, torpe como un aullido primigenio.. era un poema elogiando a
los panaderos.. de ahí, dice Silvia, del pan y de su oficio, me nació la voz.
Hablo sola,
entre dientes
o entre versos.

viernes, diciembre 29, 2006

Dice Silvia que los animales detienen la pelea si el enemigo se rinde. Sin embargo, dice, nosotros, nos ensañamos con las victimas. Esto ocurre, en las guerras pero también en las escuelas, en las parejas, en las familias, en las sociedades pobres y en las opulentas.
Esto ocurre, dice Silvia, porque ya poco nos importa. Y vamos empujando cuerpos a los puñales y crecemos maltratando perros sin amo, niños cobardes, padres sumisos. Crecemos así, omnipotentes, ignorando epílogos trágicos y no lloramos. Y no nos compadecemos y entonces, cuando alguien agita su bandera blanca, nosotros más bestias que nada, rematamos la faena a dentelladas.
Si pudiéramos recuperar
la triste humanidad
que estamos perdiendo.

sábado, diciembre 23, 2006

Dice Silvia que resulta difícil imaginar qué es la libertad y por eso tenemos una larga condena.
Dice que no comprende cómo dentro de cada una de las casas de este barrio, de esta ciudad, hay una historia diferente de cárcel voluntaria.
Dice Silvia que de vez en cuando el desasosiego nos revienta y salimos a la calle para mostrar las quejas hasta que el sistema se tambalea, entonces, convencidos del éxito de nuestras proclamas regresamos sin alboroto y nos ajustamos bien los grilletes para no hacernos demasiado daño.
Dice Silvia que el miedo a ser libres es una cadena perpetua, el miedo es la mordaza que nos domestica, lo que nos hace tan infelices.
El miedo es, dice Silvia, lo que nos convierte en cómplices, en delatores, en autistas.
Si me miro
mar adentro,
tiemblo.

jueves, diciembre 21, 2006

Dice Silvia que esperar, es para ella una costumbre, quizá un vicio.
Dice Silvia que siempre esperó del otro gestos cotidianos o heroicos.
Esperó que la amabilidad visitara por una vez su casa ,... después esperó las cartas, las disculpas, esperó que le dijeran: dejémoslo, que le dijeran no es el momento o sí, o vamos o quédate, o súbete la falda, hagamos este último viaje.
Esperó que alguien le diera un trocito del amor que se reparte. Si.
Pero desde un principio su espera fue en balde y se gastaron las horas y sus manos envejecieron rápido y se cubrió de polvo y pena y se arrugaron las ganas y aún hoy, dice Silvia, espera que su presente cambie, que le devuelvan los abrazos y las palabras que no hacen daño.
Espera que le devuelvan la ternura, porque sin ella, no va a poder perdonar a los que se la fueron robando.
Ya sólo los perros
esperan contentos
huesos, caricias y regresos.

miércoles, diciembre 20, 2006


Dice Silvia que estos días está recibiendo felicitaciones, a bocajarro, por correo electrónico o convencional de gente de aquí y de allá.
Dice que ella en estas fechas no sabe exactamente qué se celebra.
Dice que no se explica por qué las iglesias están tan vacías y las perfumerías tan llenas.
Dice que nadie habla de parar este carrusel de esquizofrenia.
Nadie habla.

Dice Silvia que de madrugada, cuando se oyen los huesos crujir, cuando los llantos y la soledad se convierten en fantasmas gigantes, de nada sirve saber que nació un dios en cualquier parte, sólo importa, a los que rozan con sus dedos el abismo, a los que diariamente lo apartan, o lo destrozan sólo les importa saber que pueden contar con alguien.
Simplemente. Lo demás es una fábula que se compra y que se vende.
Dios esta,
a la derecha de Bush
y a la izquierda de Bin Laden.

martes, diciembre 19, 2006

Dice Silvia que ayer un hombre en Bilbao murió electrocutado al tratar de robar un cable de cobre.
Dice que se escuchó un fogonazo y un grito:”Antonio, Antonio” y después encontraron el cadáver. Vivía en una chabola.
Dice que cuando supo que un hombre había muerto así, es decir, era otro muerto de miseria, pensó, que es una pena que el titanio del museo Guggenheim no refleje la verdad de esta ciudad de mierda , dice que podría, por ejemplo, cada una de sus placas, mostrar el rostro de los que viven hacinados en los pisos pateras, los ojos de las mujeres que sobreviven a los golpes de la pobreza, debería mostrar las manos de los trabajadores que están en el paro, de los que trabajan ilegales, de los que lo hacen en precario, debería, cada una de esas láminas que tanto dinero nos costaron mostrar sin pudor, a los ancianos, a los emigrantes, a los que venden en las calles, a los que mendigan , a los que roban en los centros comerciales, a los que mueren cada día electrocutados, de soledad o de hambre. Si debería, pero brillan tanto esas placas de titanio que aprendimos a caminar por la ciudad con los ojos cerrados y de nada serviría.
¿cuándo recuperaremos las calles,
las plazas, las paredes?
¿cuándo?

domingo, diciembre 17, 2006



Dice Silvia que hoy despertó alegre. Dice que hacía meses que no se sentía así, como si por dentro no tuviera recovecos, como si su cuerpo hubiera dejado de ser, al fin, un laberinto del que no puede salir. Si. Siente que ya no está enferma, sabe que va a poder recuperar la mirada, que afuera esperan... y son ya demasiados los que esperan.
Aguardan impacientes con todas las palabras, con poemas colocados sobre las aceras, sobre las mesas, sobre la tierra, poemas tristes de la calle, poemas- graffitis, poemas- canciones, poemas- proverbios, poemas-blasfemias, poemas-delirios, si, esperan.
Hoy declaró Silvia la guerra, aunque esto le cueste otra vez la indiferencia, merecerá la pena.
Escribir,
apostar por la locura,
curarse la ceguera.

sábado, diciembre 16, 2006


Dice Silvia que ayer vio a dos hombres llorando.
Dice que le pareció que eran como dioses abrazados, hermosos.
Dice Silvia que hablaban de la amistad y de los silencios impuestos, que se miraban a los ojos y se tocaban, dice que parecía como si se dieran permiso el uno al otro para ser libres y después elegirse, dice que eran mayores , que no eran guapos, que parecía que acababan de salir del trabajo, que olían a serrín y a cansancio.
Dice que seguramente ninguno sabía su secreto hasta aquel viernes por la tarde...una cerveza trajo otra, y otra y otra y empezaron las confesiones y se soltaron las cadenas y entonces, si, entonces, lloraron.
Dice Silvia que seguramente hoy cada uno estará con su familia y lo de ayer por la tarde les dará vergüenza o asco.
El amor no debería tener
banderas
ni patria.

viernes, diciembre 15, 2006


Dice Silvia que sólo hay una clase de personas que detesta: a los taxidermistas. A todos esos que van por la vida vaciando de significado las palabras.
Dice Silvia que estos seres son difíciles de descubrir porque son expertos en escondrijos, en cobardías, veteranos de la mentira, practicantes de la doble moral, el doble lenguaje, la cara doble. Dice Silvia que son Caín y Abel a un mismo tiempo.
Silvia dice esto porque ha creído a pies juntillas en las palabras que le han dicho, en todas y hace días descubrió que le habían estado mintiendo durante mucho tiempo. Sólo de pensarlo, dice Silvia, siento nauseas. Dice que no sabe cómo hacer para aprender a identificar a esta gente, para no acercarse, para no tener, después, que arrancárselos de cuajo. Dice Silvia que a pesar de todo ella seguirá con su esperanza a media asta, algún día, dice, de tanto estar con ellos sabré diferenciarlos y entonces escucharé sus voces como si dijeran plegarias y yo estuviera de espaldas a dios y a sus falacias.
Si mientes hoy,
¿cómo voy a poder creerte mañana?
¿cómo voy a poder darte otra vez mi confianza?

jueves, diciembre 14, 2006



Dice Silvia que hace unos años trabajaba en un barco y después de terminar la jornada, a altas horas de la madrugada, cuando todo quedaba en silencio y aquel lugar tremendo parecía un lugar fantasma, dice Silvia que entonces salía fuera a tomar el aire... sobre todo en noches de tormenta.
Esos días rabiosos prohibían a pasajeros y a tripulación salir a cubierta y a ella le importaban una mierda las prohibiciones y se escapaba para gritar y llorar agarrada fuertemente a la baranda. Lo echo de menos, dice, si. Echa de menos la fortaleza, la desobediencia, la insumisión... echa de menos eso . Echa de menos amanecer después de una tormenta sin voz, exhausta de tanto aullar, en paz con ella misma.
Después de una tempestad
no viene la calma.
Viene otra tempestad y otra y otra .

lunes, diciembre 11, 2006



Dice Silvia que hoy le duelen los ovarios y los pechos. Dice que ella no ve natural que todos los meses, tristes coágulos de sangre discurran por sus muslos. Dice que desde aquella primera vez que despertó y las sábanas estaban rojas y su pijama estaba rojo ... Aquella primera vez que su madre le habló en un susurro, como si compartieran un secreto y le enseñó las compresas y le explicó que debería tener cuidado... Desde aquella primera vez, dice, le duelen los ovarios y le parece terrorífica la orfandad en la que se queda. Dice Silvia, que todos los meses siente que por su cuerpo discurren ríos de sangre y que por él navegan niños que nunca nacerán, niños muertos.
Es difícil ser mujer,
mujer de una sola pieza,
mujer de los pies a la cabeza.

domingo, diciembre 10, 2006


Amarse, si.
Amarse desde la barrera,
en las carencias,
en las ausencias.
Amarse, si,
amarse a pecho descubierto,
a voz en grito.

Amarse como si fuera la última pelea.

Amarse, si.
Amarse y que el abrazo huela a limpio,
a lavanda,
a madreselva.

Amarse, si,
salvar el amor de tanta derrota,
de tanta pólvora
y escombrera.

Amarse así
es una victoria en cualquier guerra.


NOTA: Poema número 16 del poemario "Se están ahorcando los dioses" de Silvia Delgado Fuentes

sábado, diciembre 09, 2006


Dice Silvia, que tiene un amigo que está muy enfermo. Dice que todas las mañanas Alberto va al mismo bar y espera con el café y el periódico a la gente. Dice Silvia que antes se tomaban juntos un zurito y hablaban de la vida, nomás.. dice que de un tiempo a esta parte ya nunca tiene un rato para sentarse con él, y se escapa o se esconde o da rodeos para no verle. Dice Silvia que le asusta, tan deforme por la cortisona, con sus enormes dificultades para pasar las páginas, para agarrar la taza, para tomar unos sorbos... Dice Silvia que se está muriendo y ahora que la muerte se ha instalado en el fondo de sus ojos es cuando está más solo.
Dice que mañana irá a sentarse de nuevo a su lado y le pedirá perdón por el tiempo perdido...
los miedosos saben que
es peor aguantar una mirada,
que estar en una batalla
Dice Silvia que hoy le explicaron que los pájaros cantan mejor en jaulas pequeñas.
Yo no creo esto, dice, no, no puedo creerlo.

Dice Silvia que ella escucha ruido de cadenas deslizarse con cada persona , dice que nos ve así, caminando todos los días hacia nuestras jaulas pequeñas y que no oye a nadie cantar. A nadie. Dice que no podemos ocultar nuestro encierro y saludamos agarrados a los barrotes del amor o del trabajo.. dice Silvia, que no sabemos qué es exactamente la libertad. No, no debemos saberlo, de saberlo, dice, no estarían los balcones llenos de pájaros en silencio.
Ser libre
es echar un pulso
a cada uno de nuestros miedos.

jueves, diciembre 07, 2006


Dice Silvia que un día de estos iremos los dos al mar, que las olas son de diez metros . Dice que ella me ayudará, que tengo que verlo, gris como la vida, gris, como el amor cuando hay despedidas, gris, como las revoluciones que empiezan y nunca terminan.
Gris, todo gris, el mar gris, el cielo gris, tú y yo.
Silvia dice que nos sentaremos cerca de las rocas, sobre la arena y esperaremos hasta que las olas lleguen, con su ruido atroz primero... dice que cerraremos los ojos y todo habrá terminado..
Dice Silvia que será lo mejor para ambos, terminar así, de golpe, sin cartas.
Terminar así sin empezar nuevos versos , sin dolor y de la mano, terminar y punto.
Ella dice esto porque sabe que nunca sucederá porque yo no puedo caminar y mucho menos sobre arena. Dice esto porque necesita palabras de consuelo, necesita que alguien, quien sea, diga alto y claro que la espera. Esto es lo que necesita y yo no puedo encontrar a nadie que se lo diga, no conozco a nadie dispuesto a compartir su tiempo con ella.
Es difícil querer a alguien que no se deja.
Es un reto
o una prueba.

martes, diciembre 05, 2006


Hoy Silvia, entró en casa cabreada.
Lo sé porque envejeció un par de siglos, porque no puede estarse quieta y da golpes a las puertas, porque llora enrabietada , lo sé porque no se arregla y se acerca a casa con la peor falda, la camisa más arrugada, la melena despeinada, yo sé cuando está enfadada porque lleva las manos libres para taparse la cara, para cerrar el puño o para extender la palma. Hoy Silvia no sabe poner letra a las canciones.
Hoy está furiosa y habla de máscaras, habla de las falsas posturas y proclamas, habla del poder que se ejerce y del que se abusa, habla de los púlpitos, de los delirios, habla de los guerreros, de los sumisos, habla de la pelea inmensa de quien está buscando su sitio, habla de la cobardía, de lo irreflexivo, habla de las tribus, de lo correcto, de lo marginal, de lo estúpido, habla del perdón, de lo esquizofrénico, de lo cultural, habla de los límites, de las fronteras mentales, sexuales, físicas, habla de lo verdadero, de lo incorrecto, habla de tú a tú, del nosotros, de hasta cuándo, habla de la familia y sus traiciones, de los amigos y sus traiciones, de los amores y sus traiciones, habla de mendigar afecto.
Si, habla de dar y de recibir afecto sin factura.

lunes, diciembre 04, 2006

Dice Silvia que el sábado, cuando volvía a casa, de madrugada, vio a una mujer borracha que a cada rato debía detenerse para reordenar el equilibrio y poder dar algún paso.... Dice que un niño tiraba de su abrigo, acostumbrado. Sin palabras.
Dice Silvia que al día siguiente este niño se levantará temprano e irá a ver si su madre duerme, desayunará un poco de leche y esperará muy quieto que ella despierte.
Dice Silvia que seguramente al atardecer saldrán a la calle para comenzar de nuevo.
Y como todos los días, balbuceos, tropiezos, caídas.
Y como todos los días a la madrugada su propio hijo le dará náuseas...
Nadie explica cómo se cuida a una madre que bebe,
nadie lo explica.
Solo se aprende.

domingo, diciembre 03, 2006


Dice mi amiga Silvia, que ella conoció a una mujer que tuvo catorce hijos, que a menudo la veía atravesar el pueblo, cargada con la compra, prudente, discreta.
Dice que ella no sabe por qué esta señora viejísima nunca tuvo una amiga, una confidente, otra mujer con la que compartir matices , una amiga para poner palabras a sus realidades, puerta con puerta.
Dice Silvia que a ella le parece que todas las familias custodian enormes secretos, misterios que quedan atrapados dentro de las casas para siempre, prisioneros silenciosos que esperan el regreso de alguien para hacerse visibles, dice Silvia que no hay peor cárcel, a veces, que la propia familia, que los golpes, los llantos, los perdones, que las blasfemias, los insultos, los empujones, que todo queda apresado entre cuatro paredes cerradas a cal y canto y nadie se da cuenta de que una madre monumental guarda silencio porque se traga los ayes.
Parir año tras año,
vida tras vida
fue su bondad o su castigo.

sábado, diciembre 02, 2006


Dice Silvia que días como hoy le gustaría empezar de nuevo, le gustaría ser, por ejemplo, esposa. Dice que esperaría a su marido con las zapatillas y el periódico en la boca, exultante de alegría, dice que al regreso de la oficina, su hombre la encontraría con el delantal puesto, el pescado en el horno, los hijos rubios, quietecitos, ordenados, dice que se darían un beso en los labios y felices acostarían a los niños para después acostarse ambos.
Dice Silvia, que trabajarían de sol a sol para pagar los plazos y no tendrían tiempo para preguntarse adónde van ni a quién cojones están beneficiando, dice que le gustaría que su vida hubiera sido así, pero no, se encuentra mirando desde esta ventana, desde el barrio más lumpen que jamás pudo haber imaginado, dice que los niños juegan entre los escombros de esta sociedad para irse acostumbrando... dice que somos como fantasmas, somos todos como fantasmas.
Dice Silvia, que días como hoy, quisiera arrancarse los ojos para no mirar a nada ni a nadie, para no buscar el desazón de nuestra existencia, ese palpitar lentísimo de todos los sufrimientos. Eso dice Silvia, sin apartar la vista de la ventana.
Alguien llama a la puerta... vienen, seguramente, a decir que bajemos la música, no puedo decirles, que son nuestros corazones los que retumban.
Echo de menos tu pecho,
ya no tengo donde poner la mano
cuando me pierdo.

viernes, diciembre 01, 2006

Dice Silvia que hoy entró en un bar y ahí estaba un hombre que fue su amigo.
La última vez que vio a Iñigo, hace casi un siglo, lo vio con su hijo.
Hoy es el mismo pero distinto, le quedan pocos dientes y la mirada es la mirada de los que no ven nada, ni siquiera a sí mismos.
Dice Silvia que hubiera deseado darle un abrazo... pero supo que este hombre era ya un extraño, que hablaba solo, con los codos apoyados sobre la barra, habitante de otro planeta, no de este .
Dice que se marchó sin pagar y que al irse, la observó indeciso, muy triste.
No se atrevió a pedirme dinero, dice Silvia, prefirió continuar siendo fugitivo de todas las tabernas, prefirió, por dignidad, imaginar que no me había dado cuenta de quien era.
Maldita sea esta puta vida.
Maldita seas,
Maldita bestia.