Dice que esto nos ocurre a todos y por eso caminamos con los ojos llenos de arena, porque no podemos tocar al niño que llevamos, al niño ulcerado desde tiempos tan remotos.
Dice Silvia que cuando encontramos la llave, cuando le damos la mano, cuando le ayudamos a salir y permitimos que sanen sus rodillas entonces regresa a nosotros, tibio, risueño, bien peinado.
Regresa a nuestros ojos para estrenarlos.
Sal de tu encierro.
Niña,
no tengas miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario