miércoles, junio 20, 2007

Dice Silvia que su amigo Alberto se está muriendo, deforme.
Dice que debe ir a despedirse, tomar su mano, guardar silencio, besarle un beso largo.
Dice que todos los días planea ir a verle pero todos los días le surgen imprevistos, quehaceres cotidianos que tropiezan su deseo.
Dice Silvia que está aterrorizada, que sólo pensar en su mirada, en sus palabras, sólo imaginar cómo este hombre yace moribundo sobre una cama hospitalaria, esperando la muerte, esperando, esperando... la paraliza y entonces, busca absurdas citas, absurdas compras, absurdos encuentros y reuniones...
Dice Silvia que está cansada de pensar en ella como si fuera medular su miedo, como si ella fuera protagonista, como si fuera la mujer más egoísta, la más asustada, la más necia.
Lo que importa hoy, dice Silvia, es que Alberto no se sienta sólo.
Lo demás, dice, son cuentos que se cuentan las mujeres cobardes cuando tienen que plantar cara ante lo irremediable.
No te lleves
mi espanto
sobre tus sábana blanca.

2 comentarios:

Txin dijo...

Tampoco es tan raro "eso" que le va a pasar a Alberto, de hecho es casi lo único que compartimos todos los seres vivos. No deja de ser una suerte tener el tiempo para la despedida, para aprovecharlo. sin miedo, sin expectativas.
Un abrazo

Mauricio Feller dijo...

Es cierto lo que te dicen. La muerte es sólo una forma de desnudez. No hay nada que temer, creo que Silvia sabe muy bien lo que debe hacer.