miércoles, junio 27, 2007

Dice Silvia que ayer fue a comprar fruta al supermercado. Dice que había cestas de cerezas a precio de saldo, mangos baratos, peras, melocotones, plátanos casi regalados
Un surtido inmenso, colorido, exótico, sabroso...
Dice Silvia que pensó en las manos que habían recogido todo eso, imaginó el hambre, la pobreza... pensó en los países lejanos de donde provenían, pensaba sencillamente en su dolor levantándose temprano para ir al campo.
Pensaba que esas manos tienen hambre y tienen pena y no dan palmas, pensaba que son dedos que no acarician ni los domingos.
Pensaba que mientras trabajan a destajo se preguntan por qué, por qué tanta balanza desequilibrada siglos y universos.
Y pensaba que las nuestras
son manos atrofiadas.
desde el inicio de los tiempos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No te equivocas, es así, tal cual lo dices. En mi lejano país se llaman temporeras, sólo tienen trabajo por la temporada de la fruta. Ellos dicen que son "trabajadoras externalizadas"

MIRIAM dijo...

Es así de triste, de verdadero, de injusto, de incomprensible. ¿Cómo pueden estar esas frutas en silencio? Han sido testigo de tanto niño sin dientes, de tanto anciano de cuarenta, de tanta mujer derrumbada. ¿Pero qué estoy pidiendo? ¿acaso la cereza sabe que es la cereza? ¿sabe que es sabrosa? Esa cereza está tan lejos de si misma como de las personas que la acompañaron en su desarrollo.
Saludos.

Irantzu dijo...

Yo reflexiono lo mismo, hace mucho tiempo, y no sé bien qué hacer al respecto.
:_(

Alma dijo...

Aveces las manos son de metal y otras, de carne con mejor sabor
pero ya lo dijo quien lo dijo..., hay de todo!

DTB

PD: Nos sentimos impotentes ante el dolor ajeno, quizás por eso lo
pensamos mucho más.