Dice que le gustaría que fuera como la casa de su madre, limpia y acogedora. Le gustaría que entren en ella sin llamar, que todo huela a lavanda, a madreselva, que cada cual sepa cual es su sitio, que todo sea silencioso, cálido, entrañable.
Pero su casa, es decir, su vida, parece un laberinto.
Silvia dice que ella regala a quien lo quiera, el camino exacto para no perderse, la llave maestra que abre todas las puertas, dice que promete dejar una madeja de hilo a la entrada, promete tirar trozos de pan o de galletas por el camino para que después puedan salir, para que no tengan miedo a convertirse en piedra.
Dice Silvia que ella espera mirándose las manos con todo su dolor por domicilio, con todo su amor desocupado por si alguien, quien sea, entra.
Siempre está abierta
no hace falta que golpees
la puerta.
3 comentarios:
Precioso! Entraré llevando jazmines y algunos discos. Podremos tomar café y hablar sobre las casas de la infancia, los órdenes perdidos y los desórdenes nuevos. Besos.
te espero, entonces, Miriam, a cualquier hora, ven, tengo un plano dibujado donde indica las salidas, todas, incluidas las de emergencia.U abrazo, Silvia
A veces extraviamos la llave, o las migas son devoradas por las
hormigas, o el hilo...
...y hay que dormir sin encontrar la puerta y nos invade el frío y
la única manta que hay para cubrirse es la del dolor...
DTB
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