domingo, mayo 13, 2007

Dice Silvia que de vez en cuando pone su mano en el pecho para asegurarse de que su corazón está en el sitio de siempre y a través de la piel, sentir el grosor de sus heridas, el tacto rugoso, áspero, de sus infinitas pústulas.
Dice que necesita, de vez en cuando, recordar que lo mordisquearon las bestias.
Dice que se pone la mano en el pecho y cierra los ojos y pide silencio, entonces camina con sus dedos lentamente hasta sentirlo, tozudo, en su movimiento..
Dice que esto le ocurre a veces, necesita esta certeza, saber que aún vive, pese a todo, con sus obstinados lutos y abismos, con sus sueños claros y sus pájaros, necesita la confirmación de que nada fue en valde.
Ya no están los portales oscuros, ya no está a la intemperie esperando.
Ya no está la idiota dentro con su látigo.
Y esto, dice Silvia, necesita no olvidarlo...
Dicen que los que están con el agua hasta el cuello
no pueden agachar la cabeza.
Y yo creo que esto no es cierto.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Toma mi ventana, que da a la calle más ruidosa de la ciudad
Toma mi espejo, ese despiadado pedazo de vidrio que sabe más de la cuenta
Toma cualquiera de mis silencios, el que tú quieras
Toma una de mis sonrisas, la que te parezca más estúpida
Toma todas estas cosas y pregúntales si ha valido la pena

Silvia Delgado dijo...

Si, seguro que su respuesta será que todo mereció la pena, que todas las derrotas fueron necesarias. Seguro.Un abrazo, Silvia

Anónimo dijo...

Espero que el pecho
tenga manos de repuesto,
de modo que
cuando las azaleas acaben
de acariciar su vientre
descienda el abrazo tibio
por aquel cuello
que no supo despertar.