jueves, abril 12, 2007

Dice Silvia que hoy murió Sara, su perra. Una mastín miedosa y melosa. Catorce años juntas, catorce. Catorce años viéndola correr torpemente, catorce años de lametazos, de mordiscos, de ladridos. Catorce años de lealtad absoluta.
Dice Silvia que llevaba tres días sin levantarse, con problemas hepáticos, renales, .. dice que cuando vino el veterinario Silvia se acercó mucho a su perra y le dijo: perdóname, perdóname Sara, por hacerte esto, y le acarició la cabeza, la nariz, los ojos, mientras la inyección letal hacía su trabajo, y se miraron morirse, largamente, largo rato, largo rato, si, siglos, hasta que sus ojos se quedaron inertes y entonces lloró porque amaba a este animal. Y aún sigue llorando..
Llora porque no existen los milagros, porque las despedidas siempre le parecen breves, a penas unos besos o unas caricias, apenas, y ya se han ido y dejan a Silvia más sola, más pobre, más triste, más derrotada.
La dejan perdida en su laberinto, maldito laberinto, maldito, jodido laberinto, invisible.
Morirse de cualquier modo,
es morirse solo,
sin dios ni familia.


1 comentario:

Lety Ricardez dijo...

¿Será que estoy loca? ¿Por qué morirme no me aterra? Me da más miedo la vida, caminar hacia atrás, ser menos persona hoy que ayer, acumular algún odio el día de mañana que hasta hoy no me pesa, a eso le temo, a la ira que no acabo de soltar, pero a la muerte no, para nada,me parece la consecuencia lógica del vivir