Dice que a ella le aterra este lugar porque nunca hay silencio y los viejos babean y están atados, y se golpean el rostro o gritan o arañan o mueren simplemente.
Dice que cuando ve a estos ancianos, ajenos de sí mismos, convertidos en sus propios enemigos, entonces, dice Silvia, les acaricia el rostro, les agarra de la mano o les habla suavemente.
A veces alguno de esos locos mira como sólo miran los muy cuerdos, como sólo miran los muy viejos. A veces, dice Silvia, es mejor no imaginar qué están sintiendo.
No saben quienes son.
Sólo saben que su muerte
lleva el paso ya muy lento.
3 comentarios:
Este el diario acontecer de muchos ancianso, que no saben quienes son ni si viven, pero todavia sienten el calor de una mano amiga.
Un beso
Imagenes llegan a mi mente...
De seguro ha sido un gesto que los reconforta mucho.
DTB
Silvia queridísima no se en verdad de donde sacas tu fuerza para vivir
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