
Dice Silvia que hace unos años trabajaba en un barco y  después de terminar la jornada, a altas horas de la madrugada, cuando todo  quedaba en silencio y aquel lugar tremendo parecía un lugar fantasma, dice Silvia que entonces salía fuera a tomar el aire... sobre todo en noches de tormenta.
Esos días rabiosos  prohibían a pasajeros y a tripulación salir a cubierta y a ella le importaban una mierda las prohibiciones y se escapaba para gritar y llorar agarrada fuertemente a la baranda. Lo echo de menos, dice, si. Echa de menos la fortaleza, la desobediencia, la insumisión... echa  de menos eso . Echa de menos  amanecer después de una tormenta sin voz, exhausta  de tanto aullar, en paz con ella misma.
Después de una tempestad
no viene la calma.
Viene otra tempestad y otra y otra .


 




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