domingo, diciembre 03, 2006


Dice mi amiga Silvia, que ella conoció a una mujer que tuvo catorce hijos, que a menudo la veía atravesar el pueblo, cargada con la compra, prudente, discreta.
Dice que ella no sabe por qué esta señora viejísima nunca tuvo una amiga, una confidente, otra mujer con la que compartir matices , una amiga para poner palabras a sus realidades, puerta con puerta.
Dice Silvia que a ella le parece que todas las familias custodian enormes secretos, misterios que quedan atrapados dentro de las casas para siempre, prisioneros silenciosos que esperan el regreso de alguien para hacerse visibles, dice Silvia que no hay peor cárcel, a veces, que la propia familia, que los golpes, los llantos, los perdones, que las blasfemias, los insultos, los empujones, que todo queda apresado entre cuatro paredes cerradas a cal y canto y nadie se da cuenta de que una madre monumental guarda silencio porque se traga los ayes.
Parir año tras año,
vida tras vida
fue su bondad o su castigo.

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