En aquella casa
dejó de estar la niña que se peinaba las trenzas.
Dejamos de verla lavàndose los pies en una acequia.
Dejamos de oírla llamando hambrienta a las puertas.
La miseria callò el crimen,
lo cubriò de heridas
y se encogió de hombros
cuando la vio partir
a su destino triste
de triste puta entre sirvientas.
dejó de estar la niña que se peinaba las trenzas.
Dejamos de verla lavàndose los pies en una acequia.
Dejamos de oírla llamando hambrienta a las puertas.
La miseria callò el crimen,
lo cubriò de heridas
y se encogió de hombros
cuando la vio partir
a su destino triste
de triste puta entre sirvientas.
1 comentario:
La miseria, sin duda, es una de las mejoras bazas en manos de la impunidad. Quizá por ello, los que debieran y tienen el poder para erradicarla no hacen nada.
Un abrazo.
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