viernes, enero 01, 2010

Dice Silvia que a veces no es bastante vivir en el mismo país, ni siquiera es bastante compartir el mismo pan ni el mismo techo para comprenderse. Dice que las palabras en algunos casos no alcanzan para explicar los deseos del otro, y es como lanzarse piedras mutuamente, como hablar a un mismo tiempo, como gritar en dos idiomas diferentes. Dice que no sabe por què ocurre esto, por què se dan la espalda y riñen y se pellizcan las palabras mientras hablan.
Debe ser, dice Silvia, que no sabemos escuchar, que desenvainamos la voz antes que el otro hable.

2 comentarios:

ralero dijo...

Yo pienso que, en efecto, en muchas ocasiones puede ser sordera. Pero también, en otras muchas, se trata del ruido, de ese atronador ruido que nos echan encima contaminado palabras, silencios, empatías, afectos, y que, también, por qué no, puede ser la causa de muchas de esas sorderas antes apuntadas. Otras veces sólo se trata de avaricia, de gritar muy alto para amordazar al otro -los otros-, y así, a dentelladas, pisoteándo, ir "subiendo" hacia la cúspide.

Abrazos.

Norma dijo...

Es así Silvia. Estamos tan ocupados en lanzar al aire nuestras verdades, que no nos damos tiempo para escuchar las razones que esgrime el otro. Nos ensordece la intolerancia. Cariños, Norma