jueves, noviembre 27, 2008

Dice Silvia que le gustaría ser una mujer tranquila, de esas que no se alteran ni en los partos ni en los entierros.
Dice que le gustaría poder sentarse en la puerta de su casa, con las manos sobre las rodillas para ver pasar la vida.
Pero dice que ella no es asì, aunque se esfuerce, que no puede sentir sosiego cuando millares de personas hoy mismo se están quedando sin empleo, cuando imagina los comedores populares llenos de gente que estrena pobreza, cuando va al supermercado y ve que se pasean por las callejuelas con los carros vacìos.
Dice que no puede evitar colocarse en esos corazones, no puede evitar sentir un instante, un momento, la incertidumbre de no tener pan ni manera de conseguirlo. De no tener pan y tener que pedirlo. De no tener pan ni un futuro sobre la mesa tibio y bien repartido.

¿què vamos a hacer,
con este presente,
con estas manos vacìas?

2 comentarios:

Txin dijo...

Parece difícil de responder la pregunta... si fuera fácil, pero bueno soy un poco escéptico sobre qué es la riqueza, qué es la pobreza. En un artículo del Diario de Noticias habla hoy una monja desde la R.D. del Congo, de lo mal que están las comunicaciones, que apenas hay electricidad, que la guerra se mantiene por dinero extranjero interesado en materia prima para la tecnología del 1er mundo... y dice: "sin embargo las personas viven con una alegría espontánea y van cantando por la calle, aunque vaya uno solo" con lo que nos podemos plantear que hace falta bien poco para vivir estos cuatro días que nos toca vivir, con un poco de alegría.

Silvia Delgado dijo...

Querido Ondoloin:
Si seguramente, hace falta poco para ser felices, siempre y cuando puedas hacer uso de tu libertad y decidir què quieres tener, què quieres ser. Ocurre que tengo la sensaciòn de que esa libertad fue lo primero que se expoliò en esta sociedad de bienestar y ahora tengo tambièn la sensaciòn de que màs que nunca es la sociedad del "malestar". Pero bueno, es sòlo una opniòn de poeta a contrapelo, je, je, gracias por leerme, un abrazo, Silvia.