miércoles, febrero 07, 2007

Dice Silvia que ella nunca sintió que pertenecía a un lugar, a una casa, a una persona.
La suya es la historia del desarraigo.
Dice que por eso ella se explica su escaso nacionalismo, por eso comprende que no llevara en la mochila una bandera, ni una dirección a la que regresar, ni una fotografía, dice Silvia que por eso nunca le importó marchar, que lo hacía sin mirar atrás, que tomaba la decisión en noches insomnes de delirio o borrachera. Dice que se acostumbró a esto, a decir adiós, a desaparecer.
Dice que ahora deberá echar raíces y no sabe cómo empezar.
No sabe cómo sugerir a las personas que ama que se queden hasta el final. No sabe arrancarse esta inquietud, este desasosiego que le nace desde dentro, desde lejos.
No sabe, no.
Y está triste y desea otra vez irse...
A lo largo de una vida,
se viven muchos duelos,
demasiados lutos para un solo cuerpo.

4 comentarios:

CEL dijo...

El cuerpo sigue aguantando, todo lo recibe con resignación y dolor, hasta el día que el luto lo lleven los otros por nosotros.

Un beso

Águila libre dijo...

Hola; llegué acá por Cel. Tienes un lindo blog, lleno de muchas verdades.

Y como dice arriba mi amiga, el cuerpo aguanta mucho, casi todo, porque no nos queda otra que aguantar todo lo que nos llega.

Cariños,

María Paz

Lety Ricardez dijo...

Ay Silvia, el desarraigo también debe ser doloroso, pero la raigambre no lo es menos. Cada suceso, cada pérdida, todo deterioro en tu ciudad, agotan el espíritu, tambien ese desasosiego nace desde dentro

Anónimo dijo...

No elegimos vivir e igual lo hacemos. Y de paso hay que cargar
con la mochila que de seguro está llena de llantos, de risas, de
sueños, de ilusiones, de malos ratos, de ratos buenos,
desilusiones, alegrías, de adioses sin regreso, de vueltas inesperadas
y muchísimas otras cosas,y tenemos que cargarla hasta el final.

DTB