sábado, noviembre 25, 2006


Silvia me contó una vez que cuando ella era niña, había un matrimonio que vivía cerca de su casa rozando la indigencia. Nicasio y Manuela.
Me contó que Manuela, se acortaba la falda, se pintaba los labios y con la radio colgada del hombro iba de paseo. Dice que se prostituía de esta forma, que al escuchar la música, los hombres del pueblo sabían que la entrepierna de esta mujer vieja estaba dispuesta.
Dice Silvia que ahora, al recordarlo, le da lástima, dice que tanto le habían perdido el respeto a este matrimonio, que cuando no estaban en casa trepaban por las paredes para colarse dentro y revisar su pobreza, le ensuciaban las sábanas y se burlaban de sus carencias.
Dice Silvia que fueron desahuciados y tuvieron que marcharse lejos.
Dice Silvia que a Nicasio y a Manuela se les murió su único hijo, y ahí nació su tristeza y su miseria.
La risa, a veces, hiere.
Apuñala
hasta la muerte.

1 comentario:

Lety Ricardez dijo...

Escucharte o leerte también hiere, mata la risa, nos abraza a tus palabras