jueves, marzo 27, 2008

Dice Silvia que es preciso abrir las manos para dejar que vuelen las palomas. Dice que nos duelen los dedos de tanto llevarlos agarrotados, casi convertidos en muñones. Y no nos importa demasiado este dolor pues creemos que es mejor la tibieza asfixiante de nuestros puños que el batir de alas de las personas que amamos, de las cosas que amamos.
Dice Silvia que hoy se despertó asustada, vio que sus manos estaban bien abiertas.
Dejó volar en la noche todas las palomas que guardaba y de ellas no quedó ni una sola pluma sobre las sábanas.
Es mejor el mal sueño que libera
que la mejor de las vigilias
con cadenas.

2 comentarios:

paula varela dijo...

si las palmas no se abren,
nunca podrán sentir la lluvia caer sobre ellas.

Hechadesilencios dijo...

la libertad del alma, el vuelo mortificador del condor que agoniza, saludos
Magnifica poesia en medio de la espina
Hechadesilencios