sábado, enero 31, 2009

Dice Silvia que hay quien dice que el mayor pecado capital no es matar, es la obediencia.
Dice que esto puede ser cierto, que la obediencia, la estúpida lealtad a unas creencias, a una ideología, a un mesìas, ha llevado a cometer las mayores atrocidades pero también es cierto que es el miedo lo que nos arrodilla y nos convierte en animales mansos. El miedo individual o el colectivo, el miedo patológico a perder el amor, el miedo a que se rompan las cadenas, el miedo a que se caigan de una vez por todas las mordazas. El miedo con sus múltiples disfraces es lo que nos convierte después de domesticados en bestias en jauría.

Pon miedo en tus venas
y te acariciaràn el lomo
antes de la pelea.

miércoles, enero 28, 2009

Dice Silvia que aùn no hemos aprendido a salvar al otro del dolor, del daño irreparable. Dice que en las distancias cortas, en los amores cotidianos, dentro de nuestras casas, herimos implacablemente. Sabemos que algunos cuchillos parten en dos los corazones pero aùn asì, al dìa siguiente, volvemos a utilizarlos como si nunca hubieran sido estrenados.
Dice Silvia, que a veces siente que es una lucha inútil pretender salvar al mundo mientras dentro de nuestras propias fronteras estamos ciegos y no vemos la fragilidad de los amores màs cercanos.
Dice Silvia que todo es confuso, que muchos de nosotros somos verdugos y a la vez enarbolamos banderas y palabras que en la pràctica se convierten en humo.

Barrer dentro de casa primero
y después, enarbolar
todas las banderas.

miércoles, enero 14, 2009

Dice Silvia que hace días que no duerme, sus sueños están rotos y siente que ha perdido la fe en las palabras. La fe en las personas, la fe en las ideas.
Dice que busca con desesperación dònde se han extraviado sus creencias, cuàndo, por què, en què momento dejaron de cantarle canciones de cuna, en què momento escondieron sus pechos fecundos y la dejaron de amamantar.
Seguramente, dice Silvia, esperan que vuelva la noche y desaparezca la vigilia.
Seguramente, dice, cuando al fin se derrumben sus ojos, regresaràn.
Estàis ahì,
lo sè,
pronto volveréis.

domingo, enero 11, 2009

Dice Silvia que cuando era una niña su casa estaba llena de silencios. Las palabras se extraviaban. Escondidas bajo el miedo temblaban inocentes, esperando un momento de descuido para poder escapar.
Dice Silvia que ella les ayudaba a huir aunque sabìa que jamàs regresarìan, sabìa que la dejarìan sola en aquel universo amordazado, pero ella no deseaba que continuaran a su lado tiritando. Las querìa libres en su voz y si no era asì, si no estaban a su lado tibias, bien cuidadas, era mejor abrirles la ventana del corazón y que se marcharan.

Unas pocas palabras me acompañan,
Un puñado que aùn canta.

jueves, enero 08, 2009

Dice Silvia que la realidad es un monstruo que devora todos los ojos, que se come todas las manos. Dice que es tan estremecedora que hay una parte de nuestros corazones narcotizada para poder soportarla.
Dice que a veces sòlo nos queda el llanto, a veces sòlo el alarido, a veces.
Dice que ella piensa que està sola mirando esta realidad deformada y piensa que lo que siente no es màs que el síntoma de una mirada intoxicada, de una mirada aferrada a los holocaustos.
Pero también dice que en momentos asì, cuando sus ojos se arrodillan y no pueden seguir màs entre las tinieblas, viene alguien a sus sueños y le esparce un puñadito de magia con la que seguir viviendo.

Con un poco de magia basta
Para seguir viviendo,
Para seguir soñando.


lunes, enero 05, 2009

Dice Silvia que estos días sentía la necesidad de hablar sobre el genocidio en Gaza. Dice que buscaba y buscaba palabras que le sirvieran para explicar el horror que esto le causa, para explicar la indignación que siente
Dice que ella ha conocido esas tierras, pobres entre las pobres, tristes entre las tristes. De primera mano, con sus propios pies ha conocido la atrocidad de vivir una vida que para muchos ojos no vale nada.
Dice que caen las bombas y son masacrados, uno a uno, ciento a ciento, la sangre discurre como rìos, como mares, como cielos.
Aùllan los corazones.
Dice que desde aquí puede oírlos, minuto a minuto y acompaña con su propia muerte esas muertes tan inútiles, y muere Silvia cada instante y muere hoy en todas y cada una de las muertes, por los siglos de los siglos.
Muere con las palabras reventadas, junto a todas las palomas, junto a todas las esperanzas.